ENTREVISTA
- Discurso Directo
MIGUEL BARRERO
"Fernando Pessoa más que un poeta, es una generación literária, o incluso una literatura en sí misma"
FOTO: JEOSM
por: Andreia Carneiro
—
Miguel Barrero, eres periodista, y
escritor español. Y escribes una novela sobre Fernando Pessoa. ¿Como
te ha surgido el interés en nuestro poeta? ¿En el momento en que
encuentras la obra Mensagem
en la Livraria Lello o antes de que ocurriera eso?
Mensagem
fue todo un hallazgo. Yo tenía un conocimiento muy insuficiente de
la obra de Pessoa. Había leído años atrás, maravillado, el Libro
del desasosiego
—tanto me maravilló que incluso incluí una cita de ese libro
abriendo mi novela La
existencia de Dios—,
pero no conocía de su poesía más de lo que puede conocer cualquier
lector medio. Me encontré con Mensagem
en
Oporto, en la librería Lello, como bien dices, unos minutos antes de
poner rumbo a Lisboa. Esa misma noche, en un hotel próximo al parque
de Eduardo VII, leí el estudio preliminar a cargo de Eduardo
Lourenço y me pareció muy sugestivo el modo en que Pessoa se
declaraba en sus páginas continuador de esa larga tradición
legendaria que arrancaría con la muerte del rey Sebastián en
Alcazarquivir, el modo en que reinterpretaba, desde una óptica
intelectualista, toda la épica del imperio portugués y su larga
decadencia. Pero la idea de esta novela, la primera llama que poco a
poco creció hasta iluminar el resto del camino, nació a la mañana
siguiente, cuando en la Torre de Belém conocí la historia del
rinoceronte que llegó a Lisboa en 1515. De la exploración del
vínculo que se abría entre ambas figuras, la del rinoceronte y la
del poeta, fue naciendo poco a poco el desarrollo de este libro.
—
Espinosa, un profesor español, que
estudia la obra de Pessoa, hace un viaje hasta Lisboa. ¿Cómo nos
puedes describir a este hombre?
En
cierto modo, el profesor Espinosa fue quien salvó la novela. Mi idea
original consistía en escribir un libro de naturaleza más
fragmentaria: una serie de pequeños ensayos sobre temas históricos
o legendarios vinculados a Portugal (los descubrimientos, la Escuela
de Sagres, Os
Lusiadas,
el sebastianismo, el Quinto Imperio) que se salpimentarían con
diferentes aspectos de la biografía de Pessoa, de forma que la suma
de todas esas partes, relativas a asuntos reales y documentados,
arrojara una conclusión ficticia. Ese planteamiento me generaba un
problema: no era capaz de encontrar una argamasa firme que diera
cohesión a todos los elementos. Había desistido del empeño, y
llevaba algunos meses dedicado a otros asuntos, cuando una noche se
me apareció la imagen de un hombre que viajaba en tren. Pensé que
ese hombre podía estar viajando hacia Lisboa, y que él podía ser
el hilo conductor de la extraña asociación de ideas en que yo mismo
había incurrido al vincular a Pessoa con aquel rinoceronte. El
profesor Espinosa nació, así, como un puro estereotipo; pero,
cuando me senté a escribir, el desarrollo de la historia, y el suyo
propio como personaje, fueron surgiendo con una facilidad
inverosímil. A medida que la novela avanzaba, Espinosa también se
iba definiendo, incorporando sus manías o pasajes diversos de una
biografía que queda inevitablemente difuminada entre todo lo demás,
pero que al final resulta imprescindible para perfilar su
personalidad y sus claroscuros.
— ¿Por
qué colocar el rinoceronte en los pensamientos de Espinosa? ¿Qué
conexión haces entre Fernando Pessoa, el animal que vino de las
Indias y el profesor español?
Los
tres son seres atrapados, cada uno a su manera, en un mundo que no
les comprende y que seguramente tampoco ellos acierten a entender del
todo. El rinoceronte, expulsado de su mundo y expuesto como una
atracción de feria en el Terreiro do Paço, ante los ojos de una
multitud estupefacta ante la visión de lo que sólo podían
considerar un monstruo; Pessoa, dueño de una sensibilidad y un
talento descomunales en un mundo convulso que nunca llegó a ser
consciente de su grandeza mientras vivía; el profesor Espinosa, con
la sensación de que ha dedicado su vida a un asunto importantísimo
que, a la hora de la verdad, tampoco es que interese demasiado a
quienes le rodean.
— ¿Quién
es para ti, el poeta, Pessoa, después de escribir esta novela?
¿Tiene, para ti, algo de sus heterónimos, o es completamente
distinto? ¿O es "personne", como nos ha escrito su
amada...?
Probablemente
fuese las dos cosas a la vez: quiso ser tantos sobre el papel que,
finalmente, no fue nadie a pie de calle. La de Fernando Pessoa es una
personalidad interesantísima, pero Pessoa es sobre todo uno de los
mayores escritores, si no el mayor, que conoció la literatura
universal a lo largo del siglo pasado. A cualquiera que se acerque a
su obra tiene que resultarle fascinante su capacidad para desdoblarse
en 72 heterónimos, es decir, 72 escritores ficticios que tenían su
propia biografía, su propia poética, sus propias inquietudes... Y
lo más fascinante, o lo que a mí más me sorprende, es que no sólo
fuera capaz de desarrollar esa obra tan ingente, sino que llegara a
planificar el modo en que se daría a conocer ante el mundo. Hay que
pensar que Mensagem,
el único libro que publicó en vida, vio la luz un año antes de su
fallecimiento. Para entonces, ya tenía toda su obra escrita, aunque
no la hubiese dado a conocer porque quería que fuera precisamente
Mensagem
el primer eslabón de todo lo que habría de venir después. Es una
pena que no haya llegado hasta nosotros ese plan de publicación, que
no sepamos a ciencia cierta de qué modo quería Pessoa presentar
ante los lectores sus propias creaciones. Podríamos decir que
Pessoa, más que un poeta, es una generación literaria, o incluso
una literatura en sí misma.
—Nosotros
que estudiamos a Alberto Caeiro, a Ricardo Reis y a los demás, nos
cuestionamos la gran capacidad de Pessoa de vivir todas estas vidas
por minutos, horas o días... ¿Crees q hay alguien que lo tenga
conocido verdaderamente?
No
lo creo. Ni sus contemporáneos pudieron ser conscientes de su
grandeza, porque él no permitió que lo fuesen, ni quienes fueron
llegando después se percataron hasta que no empezaron a salir las
maravillas de su famoso baúl. Como te decía antes, el hecho de que
no conozcamos los planes que el propio Pessoa tenía para su obra
impide que tengamos una idea cierta de la percepción que tenía de
sí mismo, ni de sus objetivos últimos. Piensa que Portugal empezó
a descubrir verdaderamente a Pessoa en fechas relativamente reciente,
en torno a las décadas de 1960 ó 1970, y que a España esas
revelaciones iban llegando con unos años de retraso. Por mucho que
se estudie y se analice su obra, es posible que Fernando Pessoa
continúe siendo un misterio siempre.
—
Uno de los momentos más
determinantes en tu novela, para mí, es una conversación entre
Espinosa y la estatua de Pessoa, en plena Lisboa. Ahí nos das la
certeza de que tendremos q ir hasta el final contigo. Porque es una
forma peculiar de escribir y ficcionar. ¿Cómo consigues llevar todo
este hilo conductor hasta el final? Porque nos dejas siempre las
ganas de continuar leyendo...
Me
alegra que me digas eso y agradezco mucho tus palabras. Esa escena me
generó muchas dudas, no estaba planificada y surgió de pronto. En
realidad, es una experiencia real que yo le "presté" a
Espinosa. En mi último viaje a Lisboa, me senté en la terraza de A
Brasileira, junto a la estatua de Pessoa. Era agosto y las calles
estaban llenas de turistas. De pronto, una pareja se puso a sacarse
una foto junto a la escultura, otras personas que llegaban decidieron
imitarles y en cuestión de segundos se formó allí una larga cola
de gente en bermudas y sandalias que esperaba su retrato. Me pregunté
cuántas de esas personas sabrían algo de Pessoa, lo básico, y si
alguna de ellas habría leído alguna vez uno solo de sus escritos.
Esa experiencia engarzaba muy bien con el tema que, a mi entender,
recorre toda la novela, y que es la contradicción que existe entre
la importancia crucial de la cultura, que es lo que nos define como
personas y como sociedades, y la liviandad o la frivolidad con que se
la trata en el día a día, reducida a menudo a la condición de
objeto de consumo, cuando no a la de un mero componente folclórico.
Curiosamente, ese diálogo imaginado entre Espinosa y la estatua es
uno de los pasajes de la novela que más celebran los lectores, y me
alegro porque disfruté mucho escribiéndolo.
—¡Conoces
muy bien Lisboa y la historia de Portugal! Eso se ve en el libro.
¿Qué crees que opinarían los portugueses de tu novela? ¡¡Porque
a nosotros tambien nos conoces bien!!
No
soy tan arrogante como para pensar que conozco bien a los
portugueses, tampoco he estado allí tantas veces, aunque siempre
digo que uno de los principales atractivos de Portugal es su gente.
Siempre me he encontrado muy a gusto allí. No me gusta generalizar,
porque hay de todo, pero me molesta bastante la actitud que en España
tiene mucha gente hacia Portugal, un país al que suelen mirar por
encima del hombro, con la condescendencia del vecino rico, cuando
Portugal no ha dejado de dar lecciones de dignidad a lo largo de su
historia, empezando por el lugar importantísimo que ocupó en la era
de los descubrimientos y siguiendo por la Revolución de los Claveles
o el modo en que nos ha enseñado que se podía dar respuesta a la
crisis económica sin plegarse por completo a las recetas
neoliberales. Portugal, su historia, su arte, su literatura, forma
parte de mi educación sentimental y también de la del conjunto de
los españoles, aunque no todos lo sepan o algunos no quieran
saberlo.
— Este
libro puede enamorar a las nuevas generaciones, la historia de
nuestro poeta. ¿Eso fue algo que te pasó por la mente también?
No
suelo pensar, mientras escribo, en el alcance que puede tener la obra
una vez finalizada. Eso llega, o no, de forma natural. Sería
estupendo que este libro sirviese para que alguien se anime a
adentrarse en la riquísima obra de Pessoa, y yo me sentiría muy
honrado si eso ocurre, pero no entraba de ningún modo en mis
cálculos.
—¿Te
gustaria visitar mi país para divulgar esta novela?
Hay
una frase de Virgilio Ferreira sobre el idioma portugués que a mí
me gusta mucho: «Desde mi lengua se ve el mar». Cuando escribí El
rinoceronte y el poeta,
una de mis preocupaciones era que de algún modo el estilo remitiese
o recordase las cadencias propias de la lengua portuguesa: su
musicalidad, sus demoras, esa sensación de fluidez constante. No lo
voy a negar: me gustaría mucho saber cómo "suena" mi
novela en portugués, y siento mucha curiosidad por saber cómo la
interpretan allí los lectores. Al fin y al cabo, me he metido a
husmear en su casa sin que nadie me invitase, y tienen todo el
derecho a decidir si soy bien recibido o es mejor darme el alto.
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